De lo poco que conozco de la sociedad japonesa, tres elementos son muy llamativos: los dormitorios nicho, en los que pasan la noche los trabajadores de las grandes empresas niponas, ocupados el resto de su tiempo en ser productivos; los "otaku", esas personas que se encierran en su cuarto con ordenadores y que eluden todo contacto con seres humanos; una princesa, antes brillante ejecutiva, que lleva años encerrada en un castillo y en una depresión, por un hecho tan nimio como no dar a luz hijos varones.
Este libro ilustra de forma visible el denominador común de los tres hechos anteriores: la soledad,y peor aún, el aislamiento. Eri Asai, la hermana de la protagonista, es el referente, aunque tiene todo para ser considerada como una triunfadora. La elección de la narración en tercera persona, al referirse a este y a otros personajes, recalca aún más esta circunstancia. Pero su soledad y su aislamiento impregnan también a la protagonista , Mari Asai, aunque es su contrapunto a todos los niveles. Por último, está Takahashi, que conoce a las dos hermanas y al que, según propias palabras, "la gente tiene manía de contármelo todo...quizás porque creen que soy inofensivo..." Los otros personajes corales contribuyen también a destacar esta dicotomía.
Aunque la narración únicamente abarca hechos concretos acaecidos en un período temporal limitado, es capaz de trascender los mismos, ya sea por la música de fondo, ya sea, precisamente, por la elección del final en un punto en que también, todo podría comenzar de nuevo.